Un añadido justo y necesario
Joaquim d’Espona y de Nuix
Destacada trayectoria del ingeniero catalán cuya figura queremos evocar en estas líneas y al que hemos de considerar como un digno continuador de fra Miquel Agustí y también como un auténtico precursor de nuestro colectivo colegial.
Su vocación hacia la ingeniería agronómica sería influida, además de por el ambiente agrario del entorno familiar, por la inquietud de personas amigas y afines, como el citado Dr. Salarich, autor de numerosos trabajos agronómicos.
En la primera parte de mi libro Mil Enginyers Agrònoms, publicado recientemente por nuestro Col·legi se narraba a grandes rasgos la historia de la agronomía ibérica que daría lugar a la fundación en Aranjuez, en 1855, de la primera Escuela de Ingenieros Agrónomos y de Peritos Agrícolas.
En la formación de los primeros (los ingenieros) se destacaba el aspecto científico y en la de los segundos, el carácter técnico práctico. Consecuentemente, los ingenieros de las primeras promociones encontraron pronto un empleo oficial y estable en la docencia de la agricultura, a nivel preuniversitario, en los Institutos de Enseñanza Media, establecidos en las capitales provinciales.
Las cátedras de agricultura en diversos Institutos fueron progresivamente adjudicadas – mediante la preceptiva y correspondiente oposición – a jóvenes ingenieros agrónomos formados en la Escuela de Aranjuez, trasladada en 1869 a la finca “La Florida”, situada en La Moncloa, en las afueras de Madrid, como se ha detallado en el libro.
Y es en esta faceta docente – y también humanística – en la que destacó el ingeniero catalán cuya figura queremos evocar en estas líneas y al que hemos de considerar como un digno continuador de fra Miquel Agustí y también como un auténtico precursor de nuestro colectivo colegial, como sugiere el título que encabeza este artículo.
Joaquim d’Espona y de Nuix había nacido en Vic en 1851, en el seno de una noble y acomodada familia afincada de antiguo en la Plana vigatana. En 1867 su hermano mayor Antoni (1849 – 1917), juntamente con mosen Jaume Collell, un joven seminarista llamado Jacint Verdaguer (1845 – 1902), el médico Josep Salarich (1849 – 1930) y otra media docena de intelectuales locales habían fundado el “Esbart de Vic “, cuyas reuniones literarias y artísticas se celebraban a la sombra del frondoso arbolado que rodeaba la popular “Font del Desmai”. No es de extrañar, pues, que el joven Joaquim d’Espona, antes de partir hacia Madrid para iniciar sus estudios superiores, estuviera ya imbuido en este ambiente cultural y humanista, cuyo espíritu le acompañaría a lo largo de toda su vida.
Tampoco resulta aventurado suponer que su vocación hacia la ingeniería agronómica sería influida, además de por el ambiente agrario del entorno familiar, por la inquietud de personas amigas y afines, como el citado Dr. Salarich, autor de numerosos trabajos agronómicos e hijo del médico Joaquim Salarich (1816 – 1884), que en 1859 había publicado una “Cartilla Rústica, o sean Principios de Agricultura práctica, sacados de las obras más recientes que se han publicado sobre este arte y de las prácticas de algunos países más adelantados en ella. Obra escrita para optar al premio ofrecido por el Instituto Agrícola Catalán de San Isidro, según el programa de 1 de Noviembre de 1855, y premiada con el accésit, consistente en una medalla de cobre. Su autor D. Joaquin Salarich .– Barcelona Imp. del Diario de Barcelona, 1859.
El Director de la Escuela General de Agricultura, a la sazón Pablo González de la Peña, firma “en La Florida (Madrid), a 3 de Mayo de 1876” el “Título de Ingeniero Agrónomo a favor de D. Joaquín Espona y Nuix”, con el refrendo del Ingeniero Secretario del Establecimiento, José Arévalo y Baca y con la firma del propio interesado.
En Madrid y al tiempo que cursaba sus estudios de ingeniero, Joaquim d’Espona se enamoró de su prima hermana Anna de Entrambasaguas y de Nuix, residente en Madrid, con quien se casaría poco después de su graduación y de su entrada como profesor interino del Instituto de Girona.
En 1881 ganó por oposición la cátedra de Agricultura vacante en el Instituto de Toledo y al año siguiente, por traslado, consiguió definitivamente la plaza de Girona, en la que permanecería hasta su jubilación. Un año después sería nombrado Director del Instituto
El “Instituto General y Técnico”, que este era el pomposo nombre que, en grandes letras de bronce sobredorado, figuraba en su fachada, era entonces, como en otras muchas capitales de provincia, la institución de mayor rango académico de la ciudad y su director, por tanto, era una autoridad notable y respetada.
El ampurdanés universal Josep Pla (1897 – 1981), en una de sus obras más personales “Girona, un llibre de records”(1956), rememora su bachillerato en el Instituto de Girona y la figura de su director:
“L’ensenyament de l’Agricultura Técnica Agrícola i Pecuària estava en mans del senyor Director de l’establiment, don Joaquim d’Espona i de Nuix, patrici vigatà de la família dels Espones, personatge alt, espigat y camallarg, flac y elegant com un Don Quixot, cavaller por tots quatre costats.
L’Agricultura, sobre tot l’agricultura de saló, anava bé a la seva figura, mes bé que la tècnica agrícola i pecuaria, car si el senyor Espona ens hagués hagut d’ensenyar de posar una lloca, de llaurar amb un parell de bous o de segar un camp de trapadella o d’alfals, que aquestes són les activitats més relacionades amb la tècnica agropecuària, probablement, les coses haurien acabat malament i no se pas on hauríem anat, a la llarga, a parar.
L’agricultura de don Joaquim, no era pas d’aquest món i per aixó ens feia tant d’efecte. Era una agricultura a l’americana, amb une màquines complicadíssimes – ja se sap que la maquinaria agrícola es la més monstruosa i extranya que hi ha – sobre de les quals actuaven sistemes de forces que tenien en el manual correspondències d’ordre algebraic, d’explicació enrevessada. Don Joaquim es movia dins d’aquest món amb molta facilitat, amb una desinboltura de galant jove, refilant-se el bigot distingit, tenint cura dels seus pantalons admirablemente planxats i de la ratlla capil·lar perfecta que usava. Dominava, per altra part, un castellà agrari perfecte, i aixó ens acabava de fer el pes. Anar a la seva classe era com anar al teatre. Quan descrivia el arado patatero, la funció era sensacional”
Al margen de esta brillante y algo socarrona evocación de la persona de nuestro protagonista, éste supo plasmar sus enseñanzas en un texto de 411 páginas, publicado en 1886 en Girona bajo el título “Ensayo de un curso de Agricultura Elemental”. De este libro se haría una 2ª edición, corregida y aumentada (440 páginas), que aparecería en 1892.
Además de su labor docente y a semejanza de muchos compañeros de profesión de estas primeras promociones, Joaquim d’Espona no olvidaba su condición de ingeniero agrónomo “de campo”, con tareas y funciones bastante más amplias que las que señalaba Pla en su deliciosa pero más bien estrecha semblanza. En 1881 y ante la temible invasión de la filoxera, organizó y dirigió las brigadas que debían delimitar las zonas contaminadas de la provincia, para establecer el pertinente cordón sanitario. Otras inquietudes, consecuencia de su amplio bagaje intelectual y humanístico, le llevaron a participar como miembro activo en diversas entidades gironinas de carácter cultural y económico y a ser colaborador de le “Revista de Gerona”.
De ideología conservadora, Joaquim d’Espona fue elegido regidor del Ajuntament de Girona en las elecciones de 1895 y fue alcalde de la ciudad desde 1895 a 1897, período en el que puso orden en las precarias finanzas municipales.
Jubilado reglamentariamente como catedrático y director en 1921, Joaquim d’Espona falleció en Girona en 1925. Aún faltaban casi treinta años para la fundación en Barcelona de nuestro Col·legi profesional.
José Carrillo de Albornoz